La intensidad de las sanciones con las que responderán la UE y EE UU será clave para calibrar hasta dónde pueden llegar los precios
Los mercados energéticos responden al peor escenario posible, uno que puede acarrear consecuencias imprevisibles: la invasión de Ucrania por parte de Rusia. El gas natural, un combustible para cuyo suministro la UE depende en gran medida del gigante euroasiático, se ha disparado este jueves un 30% en una sesión sin precedentes en la que llegó a subir el doble: un 60%. Los 115 dólares por megavatio-hora a los que cotizaba a última hora de la tarde son seis veces más de lo que costaba hace solo un año. Por su parte, el barril de petróleo brent —el de referencia en Europa— pulveriza la barrera de los 100 —algo que no ocurría desde 2014— y amenaza con prolongar la brutal escalada reciente de la gasolina y el diésel.
El nivel de dureza de la nueva ronda de sanciones económicas que Bruselas prepara para tratar de ahogar económicamente al Kremlin será clave para calibrar hasta dónde puede llegar el alza de precios de las materias primas energéticas. Aunque el presidente ruso, Vladímir Putin, se ha comprometido en varias ocasiones a no cerrar el grifo del gas o del crudo —un movimiento que, además, no podría permitirse de un día para otro en un momento en el que el gasto militar está disparado—, su credibilidad está bajo mínimos tras el ataque por tierra y aire sobre su país vecino. Y los inversores reaccionan en consecuencia.
“Todo depende de cómo respondan Europa y Estados Unidos”, apunta Hans van Cleef, economista sénior del banco holandés ABN Amro. “¿Impondrán o no sanciones sobre los sectores petrolero y gasista?”, se pregunta. “Los precios del crudo y del gas se han convertido en el mejor termómetro del miedo durante esta crisis: cualquier corte en los flujos de Rusia a Europa, bien por daños [materiales sobre los productos] bien por sanciones, empeoraría la escasez de suministro actual”, añade Norbert Rücker, jefe de análisis económico del banco de inversión Julius Baer, en una nota para clientes en la que deja, además, varias preguntas para la reflexión: “¿Aplicará Occidente sanciones graves a Rusia a pesar del alto coste económico que implicaría una nueva subida en el precio del petróleo? ¿Se involucrarán China y la India [importadores netos de energía] en el conflicto si también pagan parte de los costes económicos? ¿Cederán los países petroleros a la presión occidental y eliminarán sus restricciones sobre la oferta para bombear más crudo?”.
El encarecimiento del petróleo y del gas tiene consecuencias catastróficas sobre la inflación en el Viejo Continente, una variable que ya está en un nivel desconocido desde hace décadas. Tanto por la subida de precio de los carburantes de automoción —que ya estaban en máximos desde bastante antes de que el crudo perforase la barrera de los 100 dólares por barril—, como por el aumento de precio de los combustibles de calefacción y de la electricidad, ambos muy dependientes de lo que ocurre en el mercado de gas natural.
Algo más del 40% del petróleo que consume el bloque comunitario proviene de Rusia, según los datos de Eurostat, una cifra que ronda el 25% en el caso del gas natural. Sin embargo, esa foto fija general esconde amplias diferencias entre Estados miembros: mientras en Alemania y en otros países de Europa Central las dos terceras partes de ese combustible proceden de Rusia, en España la dependencia apenas llega al 10%. Lo mismo ocurre con el petróleo: Alemania compra a Moscú cerca de la tercera parte de lo que requiere y en España esa cifra apenas llega al 5%. Un problema adicional es que, además, las reservas estratégicas de gas en la Unión están en mínimos de más de una década.
El Ejecutivo comunitario trabaja estos días en planes de contingencia para buscar fuentes alternativas de suministro de combustibles. En ese esfuerzo se enmarcan, por ejemplo, las conversaciones con EE UU, con Qatar o con Noruega para aumentar el volumen de gas natural que se trae por barco, una cantidad que ha aumentado exponencialmente desde el inicio de la crisis energética. Aunque el gas es lo más acuciante en estos momentos, Bruselas también baraja alternativas para importar el crudo que hoy viene de Rusia, segundo máximo productor mundial con una cuota de mercado cercana al 10%.
La UE, según subrayó el lunes la comisaria europea de Energía, Kadri Simson, está “preparada incluso para el peor escenario”. La situación, dijo durante una visita a Madrid, “está bastante cubierta” para el tramo final del invierno. En la misma línea, la vicepresidenta tercera del Gobierno español y ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, ha enfatizado este jueves que el suministro “está garantizado” pero ha subrayado que España “puede verse afectada” por el encarecimiento de la energía “en todos los frentes”.
El País
Luis Fariza
Madrid, España
Jueves 24 de febrero de 2022.
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