Carlos Figueroa Ibarra
Los resultados de la votación del Consejo Universitario son síntomas de una dominación vertical
Sociólogo, profesor investigador BUAP, especializado en sociología de la violencia y política. Doctor Honoris Causa por la Universidad de San Carlos de Guatemala. Integrante del Comité Ejecutivo Nacional de Morena
He podido percibir que en los medios oficiales de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla se ha interpretado de manera errónea y triunfalista la aplastante votación en el Consejo Universitario en el sentido de posponer las elecciones para consejeros universitarios y aprobar la votación electrónica para la elección rectoral. En efecto, 158 consejeros se pronunciaron a favor de dichas medidas y solamente seis votaron en contra. Tan avasallante resultado sería en esta mirada autocomplaciente, síntoma de la aceptación que tienen las autoridades universitarias y un espíritu mayoritario en favor de las propuestas del Rector de la BUAP. Esto no necesariamente es cierto.
Las votaciones apabullantes en el sentido de los deseos del grupo dominante en la BUAP son comunes en el Consejo Universitario. Pero estas no son indefectiblemente un síntoma de consenso y aceptación hacia la conducción universitaria. Como sucedía en los procesos electorales en los países del extinto socialismo real que llegaban a un 99 por ciento a favor del oficialismo, estos resultados abrumadores más que expresión democrática son síntomas de una dominación vertical. Este verticalismo se ha ido acentuando en la BUAP a partir de 1990 cuando comenzó la implantación del modelo neoliberal en la máxima casa de estudios de la entidad.
La visión gerencial, productivista y empresarial de la universidad se combinó con una conducción férrea de la misma. Esta conducción, poco tolerante a la disidencia y con poco espacio para la protesta, es una suerte de pirámide cuyo vértice lo ocupa el Rector de turno. En el modelo de gestión política y administrativa de nuestra principal universidad pública, el poder transitar de arriba hacia abajo y comienza por un Rector con una enorme potestad que se ramifica a través de las vicerrectorías y de manera muy importante por medio de lo/as 43 directore/as de las unidades académicas. En su inmensa mayoría, estos funcionarios deben su puesto a la voluntad política del Rector por lo que muy rara vez se atreven a disentir de la opinión del máximo funcionario universitario.
Además, lo/as 43 directores constituyen el 20 por ciento de los integrantes con derecho a voz y voto en el Consejo Universitario. Con ese número (43 sobre el total de 218 consejeros), el peso de los directores resulta ser decisivo en la elección de Rector/a porque ello/as tienen derecho a decidir en lo personal por quién habrán de votar. Los restantes integrantes del Consejo Universitario (2 académico/as y dos estudiantes, en total 172 y tres representantes de trabajadores no académicos) deben votar en el sentido de la votación mayoritaria sufragada de manera universal directa y secreta del sector universitario al cual representan y el cual se recoge en las 43 unidades académicas.
En esta última situación interviene la operación política efectuada desde las autoridades centrales de la universidad. Los funcionarios encargados de la atención al Consejo Universitario y al sector estudiantil, Los directores y sus operadores en las unidades académicas se convierten en a su vez en operadores para lograr la victoria de la candidatura oficial. En la base de esa operación política se encuentra la mediación prebendal y el miedo. Definitividades en las plazas, contrataciones, recontrataciones, promociones, agilización de trámites, recursos financieros, eventuales represalias o favores etc., etc., se convierten en los hilos invisibles de la reproducción del poder político en la universidad. La autocensura, la autorrestricción en la participación, el apoyo oportunista o por temor constituyen una parte no desdeñable de la explicación de la continuidad.
He aquí la maquinaria vertical que ha garantizado la estabilidad universitaria en las últimas tres décadas, la cual por cierto es un bien apreciado por todo/as los integrantes de la comunidad universitaria. Esta conducción de poder descendente también ha garantizado la reproducción de un poder político que se ha beneficiado de un continuismo a lo largo de las últimas tres décadas. En los últimos treinta años todas las candidaturas oficialistas a la Rectoría han triunfado y lo mismo ha sucedido con la inmensa mayoría de las candidaturas oficialistas a las direcciones de las unidades académicas y Consejos de Unidad Académica.
Así las cosas, ¿resulta una sorpresa la apabullante votación del Consejo Universitario del 4 de agosto?
Puebl@Media
Carlos Figueroa Ibarra
Ciudad de Puebla, Mex.
Martes 10 de agosto de 2021.
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