Más de medio millón de personas se manifiestan en 50 estados del país ante el tsunami de los aranceles y los recortes sociales que han marcado el inicio de su segundo mandato
Más de 500.000 personas, según la organización, se manifiestan en los 50 estados del país
Cientos de miles de personas tomaron ayer las calles de las principales ciudades de Estados Unidos para protestar contra el recorte masivo de programas sociales de la mano del hombre más rico del mundo, contra el radical plan arancelario que vuelve a poner la recesión en el horizonte y contra el descarado asalto de Donald Trump a las instituciones.
Pero, también, contra la inacción del Partido Demócrata. A sus 73 años, Susie y Kenton Campbell, funcionarios jubilados y residentes en Washington, sostenían una pancarta en la que pedían a sus representantes en el Congreso que hagan algo para detener lo que consideran un golpe de Estado. “La Constitución les da el poder de controlar al Ejecutivo, pero están cagados de miedo”, denunciaba Kenton, que focalizaba su frustración en Elon Musk. “Es una situación única. Nunca en este país un multimillonario no electo ha tomado el control del Gobierno. Por su culpa, mi sobrina perdió su trabajo. Está destripando las agencias federales mientras se enriquece a nuestra costa, y no podemos quedarnos callados”, añadía. Susie, su mujer, reconoció que “el panorama es sombrío, pero estar hoy aquí con tanta gente maravillosa me da algo de esperanza”.

Más de 500.000 personas, según la organización, se manifiestan en los 50 estados del país
A Pembroke, de 34 años y residente en Connecticut, se le hacía un mundo elegir un motivo por el que protestar, pues “es difícil pensar en una cosa que me guste de este gobierno”. El cartel que sostenía en sus manos resumía su indignación: “Usad mis impuestos para ayudar, no para el odio”. Y se le atragantaban las palabras al enumerar las radicales medidas a las que se opone: “Trump está recortando el derecho a una atención médica femenina adecuada. Está asaltando instituciones que ayudan a la gente, como la Seguridad Social o el Medicaid. Ha eliminado fondos que apoyan a la investigación contra el cáncer. Quiere acabar con el Centro para el Control de Enfermedades, cuando justo hemos salido de una pandemia. Pero, quizás, lo más grave sea la violación de la libertad de expresión”, afirmaba.
Coincidía Nick, de 31 años, que viajó de Portland (Oregon) a la capital para defender su derecho a la protesta. Llevaba un pañuelo palestino en solidaridad con Mahmoud Khalil y Rumeysa Ozturk, dos estudiantes que fueron detenidos por su activismo contra la masacre en Gaza y a los que el gobierno de EE.UU. ha revocado sus permisos de residencia para deportarlos. “Trump está haciendo desaparecer a personas que no están de acuerdo con él, los está secuestrando sin una orden judicial, tan solo por alzar su voz contra Israel. El derecho a disentir es el pilar más importante de nuestra democracia, es la Primera Enmienda de la Constitución”, señalaba, “sin eso, no somos nada”.
Sus demandas se escucharon en Washington, Nueva York, Chicago, Filadelfia, Boston y otras decenas de ciudades por todo el país. Después de dos meses y medio de letargo, caos y confusión, EE.UU. experimentó ayer la mayor movilización desde que Trump regresó al poder, con más de un millar de focos de protesta, que reunieron a profesores, científicos, estudiantes, funcionarios, inmigrantes, ecologistas, feministas y hasta 500.000 personas, según las 150 organizaciones convocantes.
El índice de aprobación de Trump cae a mínimos tras el anuncio de los aranceles
En la masiva manifestación de Manhattan quedó claro cómo ha calado en la oposición, por su uso en la protesta como escarnio, la afirmación de Trump de que le gustaría ser rey. En una esquina de Bryant Park, enclave céntrico, David iba vestido de soldado revolucionario, de los que lucharon por la independencia contra la monarquía británica.
“La persona que está en la Casa Blanca se ha proclamado rey”, decía David, actor, que dejó de tocar el tambor para atender al reportero. Además de su traje revolucionario, en el pecho llevaba adosado un cartel en el que se veía la señal de prohibido con una foto de Trump coronado. “A los estadounidenses no nos gustan los reyes y la declaración de Independencia señala que podemos destronar a un rey, por eso estoy aquí”, insistía. “Él está destruyendo nuestro gobierno, atacando al mundo entero con su terror. Es un egomaníaco, una herramienta de Putin y de los oligarcas”.

Las calles de Nueva York también se han llenado de protestantes que mostraban pancartas como la de la bandera invertida, símbolo de petición de auxilio. Eduardo Muñoz / Reuters
Desde que regresó al trono el 20 de enero, Trump ha firmado más de un centenar de órdenes ejecutivas, algunas inconstitucionales, a un ritmo mayor que ningún presidente en la historia del país. Los tribunales, el único contrapoder efectivo en estos momentos, han bloqueado al menos de forma temporal 53 medidas, lo que ha llevado al magnate a desobedecer algunas de las órdenes judiciales y a exigir la destitución de magistrados, en un desafío a la justicia que dejado al país al borde de una crisis constitucional.
“Los fascistas han llegado para ahogarnos. Vienen a por nosotros. Mis ancestros lucharon en la guerra de la independencia, en la guerra civil y tengo la obligación de estar aquí. Trump solo quiere destruir la economía del mundo y no quiere protegernos, sino apoderarse de todo. Es muy peligroso, los hemos de parar, pero aún no sabemos cómo hacer una huelga general. Estamos aprendiendo”, remarcaba, rumbo a la Quinta Avenida, Rose Calvert, que trabaja en un bufete de abogados.
Algunos manifestantes han señalado lo que consideran una deriva fascista de Donald Trump Ken Cedeño / Reuters
Mientras la sociedad civil comienza a despertar, dos visiones dividen al Partido Demócrata: la moderada, que cree es mejor esperar a que el poder de Trump caiga por su propio peso en las elecciones legislativas de mitad de mandato, el próximo año, y la progresista, que llama a la movilización social y el activismo para resistir al asalto republicano. Una de sus representantes es Alexandria Ocasio-Cortez, que se ha recorrido en las últimas semanas el país junto al senador Bernie Sanders invocando la lucha de clases frente a “la oligarquía”, y cuyos discursos parecen haber calado entre quienes ayer tomaron las calles.

Manifestantes se congregaron durante una protesta de “¡Manos Fuera!” contra las políticas de Donald Trump y Elon Musk, en Huntington Beach, California FREDERIC J. BROWN / AFP
Entre carteles en los que se reclamaba al Gobierno que “quite las manos” ( Hands Off , el lema de la protesta) de los inmigrantes, los transgénero, el aborto, la libertad de expresión, las universidades, las escuelas, la seguridad social, la atención sanitaria a los jubilados o a los pobres, en Manhattan destacó uno que tenía una inscripción que parecía una consigna encriptada, “Code 3.5”, y la apostilla de que solo hace falta el 3,5% de la población para derrotar a los oligarcas multimillonarios.
“Si solo esa cantidad de personas nos involucramos de forma persistente en la resistencia no violenta, ningún gobierno puede resistir. Esto significa once millones de personas”, explicaba Maya, una de las organizadoras.
“Todavía no sabemos cómo hacer una huelga general, estamos aprendiendo”, dice una manifestante
A pesar de los llamados a la resistencia, un sentimiento de resignación de apodera de la sociedad civil, que ve como su movimiento ha perdido la fuerza que tuvo durante primer mandato de Trump. En el segundo, las manifestaciones están siendo mucho menos masivas que entonces, cuando poco después de su victoria electoral 500.000 personas tomaron las calles de Washington y millones las de todo el país. Este febrero, se produjeron más de 2.000 protestas, según el Crowd Counting Consortium, más del doble que en el mismo mes del 2017. Sin embargo, hasta ahora habían sido sectoriales: de funcionarios, científicos o inmigrantes. La de ayer buscó por primera vez unir a toda la resistencia en una causa común.

La gente participa en una protesta nacional contra Trump bajo el lema “¡Manos Fuera!”, en la ciudad de Nueva York Eduardo Muñoz / Reuters
En Washington, Pembroke tenía claro que los demócratas deben hacer autocrítica, dejar a un lado sus divisiones y mostrar un liderazgo firme. “La izquierda no sido coherente con su mensaje. A veces, nos atacamos entre nosotros cuando alguien no está totalmente alineado con lo que creemos, mientras la ultraderecha está más unida que nunca. Necesitamos coherencia y liderazgo, que alguien dé un paso al frente. Tuvimos un buen ejemplo con Cory Booker”, señalaba, en referencia al senador que dio el lunes el discurso más largo en la historia del Senado, de más de 25 horas atacando a Trump.
Los índices de aprobación del presidente han caído esta semana a mínimos desde que alcanzó el poder, según la última encuesta de Reuters, en la que el 43% de los consultados aprueba su gestión. Tras esta primera protesta masiva, la resistencia comienza a tomar conciencia de que es, al menos, la mitad del país, y promete mantener la lucha en las calles.
Más de medio millón de personas se manifiestan en 50 estados del país ante el tsunami de los aranceles y los recortes sociales que han marcado el inicio de su segundo mandato
Cientos de miles de personas tomaron ayer las calles de las principales ciudades de Estados Unidos para protestar contra el recorte masivo de programas sociales de la mano del hombre más rico del mundo, contra el radical plan arancelario que vuelve a poner la recesión en el horizonte y contra el descarado asalto de Donald Trump a las instituciones.
Pero, también, contra la inacción del Partido Demócrata. A sus 73 años, Susie y Kenton Campbell, funcionarios jubilados y residentes en Washington, sostenían una pancarta en la que pedían a sus representantes en el Congreso que hagan algo para detener lo que consideran un golpe de Estado. “La Constitución les da el poder de controlar al Ejecutivo, pero están cagados de miedo”, denunciaba Kenton, que focalizaba su frustración en Elon Musk. “Es una situación única. Nunca en este país un multimillonario no electo ha tomado el control del Gobierno. Por su culpa, mi sobrina perdió su trabajo. Está destripando las agencias federales mientras se enriquece a nuestra costa, y no podemos quedarnos callados”, añadía. Susie, su mujer, reconoció que “el panorama es sombrío, pero estar hoy aquí con tanta gente maravillosa me da algo de esperanza”.
Más de 500.000 personas, según la organización, se manifiestan en los 50 estados del país
A Pembroke, de 34 años y residente en Connecticut, se le hacía un mundo elegir un motivo por el que protestar, pues “es difícil pensar en una cosa que me guste de este gobierno”. El cartel que sostenía en sus manos resumía su indignación: “Usad mis impuestos para ayudar, no para el odio”. Y se le atragantaban las palabras al enumerar las radicales medidas a las que se opone: “Trump está recortando el derecho a una atención médica femenina adecuada. Está asaltando instituciones que ayudan a la gente, como la Seguridad Social o el Medicaid. Ha eliminado fondos que apoyan a la investigación contra el cáncer. Quiere acabar con el Centro para el Control de Enfermedades, cuando justo hemos salido de una pandemia. Pero, quizás, lo más grave sea la violación de la libertad de expresión”, afirmaba.

Algunos manifestantes han señalado lo que consideran una deriva fascista de Donald Trump Ken Cedeño / Reuters
Coincidía Nick, de 31 años, que viajó de Portland (Oregon) a la capital para defender su derecho a la protesta. Llevaba un pañuelo palestino en solidaridad con Mahmoud Khalil y Rumeysa Ozturk, dos estudiantes que fueron detenidos por su activismo contra la masacre en Gaza y a los que el gobierno de EE.UU. ha revocado sus permisos de residencia para deportarlos. “Trump está haciendo desaparecer a personas que no están de acuerdo con él, los está secuestrando sin una orden judicial, tan solo por alzar su voz contra Israel. El derecho a disentir es el pilar más importante de nuestra democracia, es la Primera Enmienda de la Constitución”, señalaba, “sin eso, no somos nada”.
Sus demandas se escucharon en Washington, Nueva York, Chicago, Filadelfia, Boston y otras decenas de ciudades por todo el país. Después de dos meses y medio de letargo, caos y confusión, EE.UU. experimentó ayer la mayor movilización desde que Trump regresó al poder, con más de un millar de focos de protesta, que reunieron a profesores, científicos, estudiantes, funcionarios, inmigrantes, ecologistas, feministas y hasta 500.000 personas, según las 150 organizaciones convocantes.
El índice de aprobación de Trump cae a mínimos tras el anuncio de los aranceles
En la masiva manifestación de Manhattan quedó claro cómo ha calado en la oposición, por su uso en la protesta como escarnio, la afirmación de Trump de que le gustaría ser rey. En una esquina de Bryant Park, enclave céntrico, David iba vestido de soldado revolucionario, de los que lucharon por la independencia contra la monarquía británica.
“La persona que está en la Casa Blanca se ha proclamado rey”, decía David, actor, que dejó de tocar el tambor para atender al reportero. Además de su traje revolucionario, en el pecho llevaba adosado un cartel en el que se veía la señal de prohibido con una foto de Trump coronado. “A los estadounidenses no nos gustan los reyes y la declaración de Independencia señala que podemos destronar a un rey, por eso estoy aquí”, insistía. “Él está destruyendo nuestro gobierno, atacando al mundo entero con su terror. Es un egomaníaco, una herramienta de Putin y de los oligarcas”.
Desde que regresó al trono el 20 de enero, Trump ha firmado más de un centenar de órdenes ejecutivas, algunas inconstitucionales, a un ritmo mayor que ningún presidente en la historia del país. Los tribunales, el único contrapoder efectivo en estos momentos, han bloqueado al menos de forma temporal 53 medidas, lo que ha llevado al magnate a desobedecer algunas de las órdenes judiciales y a exigir la destitución de magistrados, en un desafío a la justicia que dejado al país al borde de una crisis constitucional.
“Los fascistas han llegado para ahogarnos. Vienen a por nosotros. Mis ancestros lucharon en la guerra de la independencia, en la guerra civil y tengo la obligación de estar aquí. Trump solo quiere destruir la economía del mundo y no quiere protegernos, sino apoderarse de todo. Es muy peligroso, los hemos de parar, pero aún no sabemos cómo hacer una huelga general. Estamos aprendiendo”, remarcaba, rumbo a la Quinta Avenida, Rose Calvert, que trabaja en un bufete de abogados.
Mientras la sociedad civil comienza a despertar, dos visiones dividen al Partido Demócrata: la moderada, que cree es mejor esperar a que el poder de Trump caiga por su propio peso en las elecciones legislativas de mitad de mandato, el próximo año, y la progresista, que llama a la movilización social y el activismo para resistir al asalto republicano. Una de sus representantes es Alexandria Ocasio-Cortez, que se ha recorrido en las últimas semanas el país junto al senador Bernie Sanders invocando la lucha de clases frente a “la oligarquía”, y cuyos discursos parecen haber calado entre quienes ayer tomaron las calles.
Entre carteles en los que se reclamaba al Gobierno que “quite las manos” ( Hands Off , el lema de la protesta) de los inmigrantes, los transgénero, el aborto, la libertad de expresión, las universidades, las escuelas, la seguridad social, la atención sanitaria a los jubilados o a los pobres, en Manhattan destacó uno que tenía una inscripción que parecía una consigna encriptada, “Code 3.5”, y la apostilla de que solo hace falta el 3,5% de la población para derrotar a los oligarcas multimillonarios.
“Si solo esa cantidad de personas nos involucramos de forma persistente en la resistencia no violenta, ningún gobierno puede resistir. Esto significa once millones de personas”, explicaba Maya, una de las organizadoras.
“Todavía no sabemos cómo hacer una huelga general, estamos aprendiendo”, dice una manifestante
A pesar de los llamados a la resistencia, un sentimiento de resignación de apodera de la sociedad civil, que ve como su movimiento ha perdido la fuerza que tuvo durante primer mandato de Trump. En el segundo, las manifestaciones están siendo mucho menos masivas que entonces, cuando poco después de su victoria electoral 500.000 personas tomaron las calles de Washington y millones las de todo el país. Este febrero, se produjeron más de 2.000 protestas, según el Crowd Counting Consortium, más del doble que en el mismo mes del

2017. Sin embargo, hasta ahora habían sido sectoriales: de funcionarios, científicos o inmigrantes. La de ayer buscó por primera vez unir a toda la resistencia en una causa común.
En Washington, Pembroke tenía claro que los demócratas deben hacer autocrítica, dejar a un lado sus divisiones y mostrar un liderazgo firme. “La izquierda no sido coherente con su mensaje. A veces, nos atacamos entre nosotros cuando alguien no está totalmente alineado con lo que creemos, mientras la ultraderecha está más unida que nunca. Necesitamos coherencia y liderazgo, que alguien dé un paso al frente. Tuvimos un buen ejemplo con Cory Booker”, señalaba, en referencia al senador que dio el lunes el discurso más largo en la historia del Senado, de más de 25 horas atacando a Trump.
Un manifestante porta una foto de Elon Musk con un uniforme del ejército nazi Andrés Kudacki / Ap-LaPresse
Los índices de aprobación del presidente han caído esta semana a mínimos desde que alcanzó el poder, según la última encuesta de Reuters, en la que el 43% de los consultados aprueba su gestión. Tras esta primera protesta masiva, la resistencia comienza a tomar conciencia de que es, al menos, la mitad del país, y promete mantener la lucha en las calles.
Más de medio millón de personas se manifiestan en 50 estados del país ante el tsunami de los aranceles y los recortes sociales que han marcado el inicio de su segundo mandato
La Vanguardia
Javier de la Sotilla
Francesco Peirón
Washington / Nueva York
Domingo 06 de abril de 2025.
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