Ayer las fuerzas de ocupación israelíes secuestraron al poeta palestino Haitham Jaber هيثم جابر ابو الخطابر en Salfit, cerca de Ramala. Se sabe que lo sacaron de su casa. Este poeta pasó treinta años de su vida en una prisión de Israel, y tras ser liberado en el último intercambio de rehenes, ahora lo han vuelto a encarcelar por escribir esto y publicarlo en el Facebook.
«Escribir cuando cuentas con todos los recursos materiales y morales es algo completamente natural. Puedes elegir el momento y el lugar adecuados, escribir sin que nada interrumpa tu tiempo o tu mente. Practicas tus rituales de escritura, preparas tu café, te sientas en un lugar tranquilo y comienzas a verter tus ideas en tu cuaderno especial y bonito. Escoges el tipo de papel, el tipo de pluma… o escribes directamente en tu computadora personal. Todo eso es normal, no hay nada extraordinario ni excepcional en ello.
Pero escribir estando en prisión, rodeado de cadenas por todos lados, eso sí es la excepción. En la cárcel, no posees tu tiempo ni siquiera tus herramientas de escritura. El tiempo no es tuyo, el espacio tampoco. Temes que en cualquier momento haya un conteo, o una redada o inspección, y todo lo que escribiste desaparezca, confiscado por el carcelero. Además, el lugar sombrío impone un solo color para la escritura: no estás al tanto de los acontecimientos, no tienes libertad para dialogar con los demás e intercambiar ideas e información. Escribir en un espacio estrecho, en un tiempo restringido, en un contexto limitado… con información incompleta, un entorno que te ahoga por todos lados… y aun así, escribes.
No has viajado, no has visto lugares ni conocido personas que enriquezcan tu experiencia creativa, y aun así escribes. Escribes poesía de guerra basándote en noticias escasas; escribes poesía amorosa inspirándote en una imagen imaginada de una futura amada, o en una mujer hermosa que viste en la televisión, o en tu mente hambrienta de feminidad y belleza. Todo lo que te rodea es diferente, nada se parece a la vida natural en ese lugar lúgubre. Y aun así, logras robar un momento de la noche, sin que te vea un guardia, y escribes algo que te hace sentir que aún eres un ser humano con un mensaje que cumplir hacia tu ser, tu pueblo y tu patria.
Pero escribir en tiempos de guerra es una aventura cuyas consecuencias pueden ser fatales. Tal vez esas palabras te cuesten la vida. Un ejemplo: una simple pregunta que hizo el mártir prisionero Thaer Abu Asab a un guardia —¿Hay acaso una tregua en el horizonte?— terminó con su asesinato inmediato a golpes, con la intención clara de matarlo.
Después del inicio de la guerra, escribir se volvió casi imposible. Un lujo reservado solo para los locos. No tienes tiempo. El miedo es el amo de la situación. Esperas tu muerte en cada instante. No posees nada más que la ropa que llevas puesta. Conseguir un bolígrafo y una hoja de papel es como traficar armas, como una misión de guerra digna de Superman. Tras muchos meses de guerra —meses en los que no vimos nada de vida—, nos confiscaron hasta la ropa interior. Nos cortaron el agua, la electricidad, y no exagero si digo… incluso el aire.
Es el infierno mismo. Puedes perder la vida por un motivo tan trivial… tal vez te maten por pararte en la puerta de la celda, buscando algún alivio para tu frustración, tu dolor, tu opresión.
Una vez, logré conseguir una pluma de un guardia que conocía antes de la guerra. Reuní papeles de órdenes de detención administrativa. Luego recurrí a los envoltorios cuadrados del queso amarillo; los limpiaba, los secaba y escribía sobre ellos. Redacté fragmentos dispersos de distintos poemas, y los escondía durante las inspecciones. Nos ayudaba en esto la forma de caminar que el carcelero nos impuso: a cuatro patas, con la espalda encorvada.
Hasta que llegó una redada sorpresa. Me vi obligado a esconder los papeles en una bolsa de basura. Pero, lamentablemente, los encontraron.
Entre ellos, hallaron un poema en hebreo. Quería probarme a mí mismo si podía escribir en una lengua distinta a la materna. Ese día, el carcelero me acusó de que el poema era de amor, dirigido a una de las carceleras. Y estaba lo más alejado del amor… quería emular el poema de Mahmoud Darwish “Entre Rita y mis ojos, un fusil”. Pero el crimen fue escribirlo en hebreo.
Por ello me enviaron al aislamiento durante veinte días, y sancionaron a todos los prisioneros de la celda con distintos castigos, por haber encontrado papeles y una pluma. Además, nos colgaron esposados de pies y manos en una sala de espera desde la mañana hasta la noche.
Todo eso… por una hoja y una pluma.
Escribir durante la guerra, después del 7 de octubre, fue una escritura imposible, impregnada de sangre y gemidos. Más allá de las prácticas criminales que quizás algunos escucharon en Abu Ghraib o Guantánamo, la pluma siguió viva, y las palabras llegaron a tocar la orilla del papel.
A pesar de la muerte, el terror y el hambre, aún queda un resquicio de tiempo hecho de esquirlas… para escribir.
En tiempos de guerra y muerte, nacieron varios proyectos de escritura para mí, especialmente después de que mi cuarto poemario fuera asesinado. Ahora, pasaré a escribir el quinto. Terminaré la novela Las Santas. Escribiré sobre el arte narrativo en el Corán. Finalizaré el libro Luces sobre los medios israelíes, y el libro histórico El golpe de Estado Omeya contra el Islam.
Todos son proyectos que nacieron en la guerra.
Habrá un espacio para escribir… pero esta vez, con sabor a libertad.
El escritor y poeta / Haitham Jaber — Palestina.»
Embajada del Estado de Palestina en la República Argentina
Palestina dan Al-Aqsha
Viva palestina libre……… Palestine
Solidarité Palestine Humanitaire Gaza
Institute for Palestine Studies
Puebl@Media
Carmen Nozal
Jueves 12 de junio de 2025.
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