Jorge Zepeda Patterson
Mucho me temo que la relación entre Biden y López Obrador terminará pareciéndose a la de Lady D y el príncipe Carlos, un vínculo institucional de conveniencia entre dos seres humanos con nula química personal. Ambos están obligados a mantener una buena relación pública habida cuenta de lo mucho que está en juego entre los dos países, pero ciertamente ninguno es santo de la devoción del otro. Para el círculo que rodea a Biden, el presidente mexicano habría cometido desdenes innecesarios en momentos en que el triunfo del demócrata era cuestionado por Trump y buena parte del electorado republicano (que lo sigue haciendo); agravios que se dejan atrás pero no se olvidan.
Para López Obrador, Biden representa la encarnación del poder burocrático del imperio americano que el tabasqueño siempre ha cuestionado; Trump era un individuo que había tomado por asalto el poder, Biden es la encarnación de ese poder que desde hace siglos despoja de territorios e impone políticas desventajosas a México. En suma, para Biden, AMLO es un político excéntrico y voluntarioso; para AMLO, Biden es un halcón disfrazado de paloma.
Seguramente este martes comenzarán a darse a conocer más detalles sobre la reunión de trabajo sostenida ayer entre los dos líderes, y sus colaboradores, en la primera reunión de trabajo, propiamente dicha, entre la Casa Blanca y Palacio Nacional. Sin embargo, el comunicado conjunto difundido al terminar la reunión resultó anticlimático con respecto a las expectativas que había generado. Ninguna cifra espectacular para el apoyo a Centroamérica (algo en lo que ambos coinciden) y mucho menos el trofeo que López Obrador estaba buscando: una multitudinaria donación o venta de vacunas.
Por el contrario, lo que se describe es un listado de buenas intenciones para colaborar en tres temas: ecología, migración y covid-19. Pero los términos son tan vagos que más parecen una cortina para evitar mencionar que no se llegó a ningún acuerdo concreto o ninguno que pudiera ser comunicado al instante.
Muy claramente el tema ecológico responde al interés de EU; en este momento no forma parte de las preocupaciones del gobierno mexicano. El hecho de que se mencione tan sustancialmente en el comunicado conjunto sería un gesto de buena voluntad de López Obrador. Este gesto no parece correspondido con uno equivalente, o no se aprecia en el texto difundido; se menciona el covid-19 pero ninguna medida específica, como México habría esperado. Cabe la posibilidad de que se haya conversado y Biden haya preferido irse con tiento, comprometido como está en vacunar a sus ciudadanos en tiempo récord.
Y no obstante, diferencias ecológicas o sanitarias aparte, el tema de la migración ciertamente ofrece un enorme incentivo para el acercamiento entre los dos mandatarios. Al menos en teoría. Lo que Biden está haciendo en materia migratoria podría ser decisivo para millones de compatriotas y sus descendientes. Por un lado, la iniciativa presidencial enviada al Congreso (la US Citizenship Act) que cambiaría radicalmente la vida de 11 millones de indocumentados a quienes se les estaría dando la ciudadanía. En paralelo, el nuevo gobierno intentaría revivir la ley, actualmente detenida, que permitiría legalizar de inmediato a los llamados dreamers, los casi 3 millones de personas que eran menores de edad cuando inmigraron. Otro paquete de medidas considera beneficiar, en el contexto de la lucha contra el covid, a poco menos de 6 millones de trabajadores ilegales que laboran en sectores considerados como estratégicos.
Pero nada quizá tiene el impacto emocional que provoca el anuncio este mismo lunes, por parte de un alto funcionario de la administración, de la intención del gobierno de reunir a las familias separadas en la frontera y permitirles vivir en EU. Por el hecho de que implicaba personas que se encuentran a ambos lados de la frontera, este anuncio bien podría haberse demorado algunas horas para darlo a conocer como resultado de la reunión; pero evidentemente no había ninguna voluntad de ofrecer este gesto de buena voluntad y compartir el mérito con el mandatario mexicano.
En teoría, todas estas medidas tendrían que impulsar a ambos a echarse en los brazos del otro. Después de todo, López Obrador ha dicho una y otra vez que los héroes de esta crisis han sido los paisanos que han redoblado esfuerzos para enviar remesas (40 mil millones de dólares el año pasado), salvando así a tantas familias de escasos recursos. Esta cifra de remesas equivale a la transferencia de recursos vía programas sociales que realiza el gobierno y prácticamente van dirigidos a la misma población objetivo. Esto es, los paisanos constituyen una segunda 4T en lo que respecta al poder adquisitivo de los más pobres.
Sin embargo, el gobierno de la 4T apenas se ha referido a la andanada de iniciativas que Biden ha puesto en marcha para mejorar radicalmente la situación legal de la mayoría de estos “héroes”. Desde luego, se trata de un asunto doméstico, que en términos jurídicos implica a la Casa Blanca y al Congreso estadunidense en primera instancia, pero las consecuencias políticas y económicas para nuestro país están a la vista, por no hablar del profundo impacto en la vida de tantas familias.
López Obrador parece estar mucho más enfocado en el corto plazo a la posibilidad de conseguir, gracias a una intervención personal, ganancias sustanciales en beneficio de los mexicanos y su gobierno. De allí la intención de pedir envíos extraordinarios de vacunas, de igual manera que lo hizo exitosamente con los mandatarios de otros países, y de los cuales el Presidente habla reiteradamente en las mañaneras.
Creo que esta primera reunión deja un desencuentro. No en el sentido de que habría existido una confrontación, sino en el significado literal: un “no encuentro”. A Biden y a su equipo debe parecerles extraño que las autoridades mexicanas no estén tirando sombreros al aire y agradeciendo las ambiciosas intenciones de la nueva Casa Blanca para legalizar a los paisanos, una estrategia que le representa a Biden un considerable riesgo político. Y por su parte, para López Obrador y los suyos debe resultar descorazonador que su principal vecino y aliado comercial no sea capaz de solidarizarse y ceder algunas vacunas, considerando que sí lo hicieron países tan lejanos como Rusia, China e India. Si la Casa Blanca hubiera querido hacer de López Obrador un aliado, ese habría sido el camino. Por el momento decidieron no tomarlo.
El comunicado de esta reunión parecería indicar que, al menos en este primer momento, las relaciones entre Biden y AMLO son las de un matrimonio de conveniencia; esperemos que no derive en uno de inconveniencia.
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Milenio
Ciudad de México
Jorge Zepeda Patterson
Martes 2 de marzo de 2021.
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