El proceso contra el exsecretario de Seguridad Pública sacude las altas esferas del país, pero deja dudas en cuanto a las pruebas físicas para respaldar las acusaciones
Sobornos, reuniones secretas, nuevos testimonios sobre el contubernio entre las autoridades y el narco en México. El juicio contra Genaro García Luna acaba de atravesar su semana más polémica, por todo lo que pasó y todo lo que se dijo. Los últimos señalamientos detonaron las respuestas del expresidente Felipe Calderón, de los exgobernadores priistas Roberto Sandoval y Humberto Moreira, y de El Universal, uno de los diarios más conocidos del país. La corte de Brooklyn se ha llenado con las declaraciones de 25 testigos que han explicado con lujo de detalle cómo los delincuentes se movían con total impunidad gracias al pago de dinero sucio, cómo las instituciones de seguridad fracasaron y cómo los implicados firmaron un acuerdo tácito para cubrirse las espaldas y cobrar los beneficios. Los relatos en primera persona de narcotraficantes y funcionarios corruptos chocaron una vez más con las versiones de quienes han sido señalados y lo niegan todo. En medio del huracán, la Fiscalía ha batallado para presentar pruebas tangibles sobre las acusaciones y ha doblado la apuesta de basar su estrategia legal en lo que puedan contar los testigos cooperantes. La última persona que llamarán a declarar se presentará la próxima semana, casi tres semanas antes de lo previsto. Lo anunciaron también hace apenas unos días.
Genaro García Luna, exsecretario mexicano de Seguridad Pública, en su juicio en Nueva York, el 8 de febrero. JANE ROSENBERG (EFE)
Acusaciones explosivas y negaciones categóricas
El proceso en Nueva York contra García Luna ha puesto bajo el microscopio los nexos entre el crimen organizado y las autoridades. El exsecretario de Seguridad Pública y antiguo zar antidrogas del país se ha sentado durante tres semanas en el banquillo de los acusados por aliarse y proteger a los carteles que prometió combatir. “Cuando hablan de todo lo que hacen es impactante, es incluso más fuerte de lo que uno pensaba”, afirma el periodista Ioan Grillo, que ha escrito durante más de 20 años sobre la violencia y la delincuencia que azota al país. “Te da la sensación de un narcoestado en México”, agrega.
Édgar Veytia, uno de los testigos más esperados del juicio, saltó a los titulares porque declaró que durante el Gobierno de Calderón se dio la instrucción de proteger a la gente de Joaquín El Chapo Guzmán frente a otros carteles. El testimonio se basaba en una conversación que supuestamente tuvo a principios de su carrera política con el entonces gobernador Ney González. “Acabo de llegar de una reunión muy importante en Ciudad de México con Felipe Calderón y con Genaro García Luna donde nos dijeron que la línea era El Chapo”, zanjó el convicto, recordando las palabras que atribuyó a González. “Nunca negocié ni pacté con criminales”, escribió el exmandatario en sus redes sociales.
Edgar Veytia declara en el juicio contra Genaro García Luna en Nueva York, el 7 de febrero. JANE ROSENBERG (REUTERS)
La declaración fue explosiva, pero no pudo sostenerse en pruebas más sólidas. Veytia, al final, no se reunió con el entonces presidente ni estuvo presente durante la supuesta instrucción. Con quien sí estuvo el exfiscal de Nayarit fue con Luis Cárdenas Palomino, mano derecha de García Luna y principal coacusado del caso. “Nos dijo que era a El Chapo a quien debíamos apoyar”, sostuvo. El testigo, condenado en 2019 a 20 años por nexos con el narco, narró además cómo se puso al servicio de Juan Francisco Patrón Sánchez, alias El H2: asesinó, torturó y protegió al capo local. “No los deteníamos, les dábamos información para que pudieran escapar y evadir la justicia, encubríamos los delitos que cometían”, admitió Veytia, visiblemente humillado. “Niego y rechazo contundentemente que mi campaña o mi persona haya tenido relación con grupos del narcotráfico”, dijo el exgobernador Sandoval, su viejo amigo encarcelado en México desde 2021.
Dinero sucio
Los relatos sobre sobornos entregados a García Luna son la piedra angular del caso y la base para acusarlo de tener nexos con el crimen organizado desde hace 20 años. Además de los testimonios indirectos, por lo menos dos capos han declarado en la corte que estuvieron involucrados directamente en la entrega de pagos irregulares al exfuncionario. Sergio Villarreal Barragán, El Grande, aseguró que se le pagó más de un millón de dólares al mes desde 2001, cuando García Luna fue jefe de la Agencia Federal de Investigación (AFI), creada durante el Gobierno de Vicente Fox (2000-2006). También describió cómo se armaban los chorizos, los paquetes con fajos de dinero en efectivo, y cómo se entregaban en bolsas negras después de que el director de la AFI era recogido por miembros del cartel en el estacionamiento de Perisur, un conocido centro comercial al sur de la ciudad. El lugarteniente de Arturo Beltrán Leyva, incluso, dibujó un croquis sobre la casa de seguridad en donde se celebraban las reuniones. Después de sumarse al Gabinete de Calderón, García Luna delegaba el cobro a los carteles en Cárdenas Palomino, según El Grande.
Óscar Nava Valencia, alias El Lobo, aseguró que pagó al menos 10 millones de dólares a García Luna. El Lobo dijo, por ejemplo, que pagó tres millones de dólares para tener una reunión de 15 minutos con el exsecretario en un autolavado de Guadalajara. En otra ocasión, Nava Valencia, líder del Cartel del Milenio y originalmente aliado del Cartel de Sinaloa, dijo que pagó cinco millones de dólares a cambio de que el entonces secretario le filtrara información sobre un decomiso de más de 23 toneladas de cocaína en Manzanillo en octubre de 2007, la incautación más grande de drogas en el mundo hasta esa fecha. Según su versión, García Luna entregó un documento para demostrar que la DEA ya seguía la pista a ese cargamento y justificar frente a sus socios colombianos que la pérdida de la mercancía no había sido su culpa. El capo dijo que gracias a eso se ahorró 50 millones de dólares que le reclamaban los carteles de Colombia.
Óscar Nava Valencia ‘El Lobo’ mira a Garcia Luna desde el estrado, el 30 de enero. JANE ROSENBERG (REUTERS)
Pero el dinero se repartía a todo tipo de funcionarios y servidores públicos. Nava Valencia implicó a Guillermo Galván Galván, secretario de Defensa de Calderón. Tirso Martínez El Futbolista habló de cómo había sobornado a comandantes de la Policía estatal y empleados de peajes. Veytia contó que tenía a jueces y periodistas en nómina para “guardar las apariencias”, así como de los fondos que llegaron hasta las campañas electorales. Raúl Arellano, un expolicía federal, dijo que los altos mandos de la Policía Federal en el aeropuerto de Ciudad de México recibían pagos, así como los encargados de las principales terminales aéreas, para mover narcóticos, dinero y armas del crimen. Israel Ávila, que llevó la contabilidad de los Beltrán Leyva, lo corroboró y sumó el nombre de Luis Ángel Cabeza de Vaca, exsecretario de Seguridad de Morelos, a la lista. Cabeza de Vaca fue absuelto de una investigación por narcotráfico en 2016.
“Teníamos información de que altos funcionarios recibían ahí sobornos de los carteles”, remató Miguel Madrigal, un agente de la DEA que estuvo siete años en México, en alusión a un restaurante de una de las Embajadas de Estados Unidos. Tony Wayne, el entonces embajador, dijo que Washington perdió poco a poco la confianza en la Policía Federal de García Luna, aunque matizó que no tuvo información contundente sobre actos de corrupción del exfuncionario.
Héctor Javier Villarreal, extesorero de Coahuila, declaró que García Luna no solo recibía sobornos, también los pagaba. El primer exfuncionario en hablar en el juicio dijo que el exsecretario pagaba 25 millones de pesos mensuales a El Universal para limpiar su imagen y la de la Secretaría de Seguridad Pública. También aseguró que el pacto se dio con intermediación del entonces gobernador Moreira. Y agregó que en una ocasión, el dinero salió de la Secretaría de Finanzas de Coahuila, aunque en la factura autorizada por Villarreal y exhibida frente al jurado no aparecía el nombre de García Luna. El expresidente del PRI negó los señalamientos y dijo que tenía marcadas diferencias con el acusado. El diario reclamó que había sido salpicado sin pruebas.
Decomisos falsos, montajes y operativos dirigidos por el narco
El decomiso de 2007 en Manzanillo ha sido uno de los episodios clave en los interrogatorios. Además del testimonio de El Lobo, El Grande aseguró que los carteles preparaban cocaína falsa con azúcar y harina para intercambiarla por la droga que era incautada por las autoridades. Villarreal Barragán aseguró que ese fue el destino de la mercancía interceptada en el megaoperativo en el puerto del Pacífico mexicano. “Después de eso, Arturo (Beltrán Leyva) estaba muy contento, pues había recuperado su cargamento casi sin pérdida”, dijo el capo sin remordimiento. Adrián Ibáñez, un agente de Inteligencia de la DEA, habló también del decomiso y durante su testimonio se mostraron imágenes del alijo supuestamente siendo quemado. La intención de la Fiscalía era sembrar la duda ante el jurado de que en público se simulaba el combate a los carteles y en privado, se les permitía salirse con la suya.
Otro asunto que recibió atención fue el supuesto levantón que sufrió García Luna en 2008, a manos de los colaboradores de Arturo Beltrán Leyva. El episodio, negado en cada ocasión por el acusado en el pasado, se dio en Morelos sin que la escolta del exsecretario opusiera resistencia alguna, dijo Villarreal Barragán. “En México todo es posible, hay mucha corrupción”, zanjó El Grande. Harold Poveda El Conejo, un narco colombiano que se convirtió en uno de los hombres más cercanos a Beltrán Leyva, dijo que convenció a su antiguo jefe de no matar al funcionario. “Por Dios, cómo vas a hacer eso, ahí si nos vamos a meter en problemas, el Gobierno se va a venir con todo”, le increpó El Conejo, que no fue testigo ocular del secuestro.
Francisco Cañedo responde las preguntas de César de Castro, el abogado de García Luna, el 6 de febrero. JANE ROSENBERG (REUTERS)
Francisco Cañedo, un agente ministerial retirado, dijo que vio cómo García Luna estaba reunido en octubre de 2008 con La Barbie y Beltrán Leyva en una carretera entre Tepoztlán y Morelos. “Me quedé temblando”, admitió Cañedo. El expolicía aseguró que compartió la información con la entonces diputada Layda Sansores, actual gobernadora de Campeche y que filtró un informe que escribió para el Congreso de la Unión a los medios de comunicación sobre el encuentro. Por los detalles que dio Cañedo, se infiere que no se trató del episodio del secuestro. Sí dijo que después entrevistó a algunos escoltas del secretario, que le dijeron que habían sido desarmados y sometidos.
El Grande, El Conejo y El Lobo también dieron relatos en la misma línea sobre cómo el grupo de los Beltrán Leyva planeó y ejecutó la captura de Jesús El Rey Zambada, su antiguo aliado y posterior rival. Embrutecido por la captura de su hermano Alfredo, Arturo Beltrán se empeñó en hacer caer a El Rey, el hermano de Ismael El Mayo Zambada, fundador del Cartel de Sinaloa. “Hubo dos intentos, en el primero le dimos la información al Ejército, pero ellos se la vendieron a la gente de El Rey”, dijo El Grande, en otro testimonio sobre la supuesta corrupción que impera en las fuerzas del orden. En el segundo, Villarreal Barragán, un expolicía corrupto que dio el salto al narco,se volvió a poner el uniforme de agente oficial junto a otros pistoleros. “Yo formé parte del operativo”, reconoció Villarreal Barragán. Todos declararon que quienes habían hecho caer a Zambada fueron sus rivales. El Conejo agregó, por ejemplo, que se pagó a un periodista para que hiciera correr la voz sobre la detención, aunque no se especificó a quién.
Poveda, un capo que nunca tuvo contacto directo con García Luna, acusó que fue secuestrado y torturado unas 18 horas antes de ser presentado ante las autoridades y los medios de comunicación. “¿Eres El Conejo, hijo de tu puta madre? Porque ya te chingaste”. Su testimonio fue el único que puso sobre la mesa los montajes a cargo de las agencias dirigidas por García Luna, un viejo señalamiento en México que hasta ahora ha quedado relegado del relato que la Fiscalía ha pretendido mostrar al jurado.
Un giro inesperado
“La estrategia en lo general ha sido poner muchos testigos con testimonios fuertes e impactantes, hablando de que García Luna es culpable”, resume Grillo sobre el plan que ha seguido la Fiscalía. La repetición de estos relatos no le parece una mala táctica frente al jurado, 12 ciudadanos de Nueva York que no tienen mayor contexto sobre el acusado ni las implicaciones del caso del otro lado de la frontera. Durante las últimas tres semanas, los miembros del panel han sido expuestos a un curso intensivo sobre el narco y sus historias en voz de los protagonistas. A diferencia de mucho de lo que se escribe y publica en México, el autor británico no echa en saco roto el impacto que pueden tener estas declaraciones en el jurado. Y son ellos los que tienen la última palabra sobre la culpabilidad o la inocencia del acusado.
Héctor Javier Villarreal, extesorero de Coahuila, en el interrogatorio de la Fiscalía, el 6 de febrero. JANE ROSENBERG (REUTERS)
Casi tan polémica como cada declaración en las 10 audiencias que ha tenido el juicio ha sido la apuesta de la Fiscalía por construir el caso casi por completo alrededor de las declaraciones de cooperantes. “Pensaba que para ir a un juicio contra García Luna, contra un exfuncionario de este nivel, tendrían que tener una smoking gun”, dice el escritor, que acudió al primer tramo de las audiencias en Nueva York. Grillo se refiere a lo que también se le llama “bala de plata” o evidencia decisiva e incontrovertible. “Ha sido una decepción que no hubiera algo más, como grabaciones”, zanja. La puerta para la presentación de más evidencias no se ha cerrado, pero se ha hecho más estrecha: los fiscales anunciaron esta semana que esperan llamar a su último testigo en los próximos días. “No creo que sea una mala estrategia, quizá sienten que ya han planteado su caso o se dieron cuenta de que el juez busca que todo sea más corto”, comenta. “Si García Luna no es declarado culpable, sería un fracaso completo de la Fiscalía y quizá tendrían más precaución de tomar otros casos políticos”.
Con todo, la decisión abrupta de los fiscales de no llamar a más testigos caló hondo en un país que esperaba seguir con el testimonial del narco en que se ha convertido el juicio. El proceso contra García Luna llegó con el cartel de ser el gran exorcismo de las dudas y las sospechas que han planeado sobre el poder en México en las últimas dos décadas. Bajo ese parámetro, sin embargo, será casi imposible cumplir con esas expectativas. Porque el juez ha limitado mucho los materiales y declaraciones que llegan al tribunal. Porque en la ecuación de la Fiscalía para convencer al jurado no tiene ningún peso el interés por el caso del otro lado de la frontera, aunque sea difícil aceptarlo. Porque el costo de que estos procesos se lleven a cabo a 3.000 kilómetros de los límites del país es jugar de visitante y bajo las reglas de los anfitriones. “Es triste que México no pueda hacer estos juicios”, afirma Grillo. El proceso judicial entra en una fase decisiva a partir de la próxima semana con el cierre de los interrogatorios, la posibilidad de que se den los alegatos finales y un veredicto para el que no hay una fecha programada, pero que está cada vez más cerca.
El País
Elías Camhaji
Nueva York, EU.
Domingo 12 de febrero de 2023.
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