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Restaurarán Lavaderos de Almoloya, joya histórica

Cuando uno le dice a la gente que es un túnel inventado y en realidad es un desagüe, hay quienes se resiste a aceptarlo. Es difícil erradicar ciertas historias y el morbo, dice el director del INAH. (Especial)

Durante siglos, las mujeres de México lavaron juntas tanto la ropa de sus familias como la ajena.

Era una labor colectiva, no exenta de conflictos que han dado a la palabra «lavadero» una connotación peyorativa, de dimes y diretes, aunque en realidad designa un trabajo comunitario valioso, cuya trascendencia histórica destaca Jesús Joel Peña, investigador del INAH en Puebla.

«En los primeros 100 o 150 años de vida de la ciudad, las indias, las negras o las mestizas -de acuerdo con su condición social- lavaban la ropa no sólo de sus familias, sino la de gente aristócrata, de hospitales o de conventos, y además de utilizar la ribera de los ríos asistían a la pila de la plaza pública en diferentes áreas de la ciudad para lavar.

«Y esto generaba problemas sociales, porque eran molestadas por los soldados, por los propios españoles», explica en referencia a Puebla, fundada en 1531.

Entonces se reunían y se presentaban colectivamente ante el Ayuntamiento para reclamar sus derechos, añade el historiador.

Y así se reglamentó su actividad, propiciando espacios físicos fijos para ello.

Testimonio de esos lugares que son conquista de las mujeres organizadas es el inmueble histórico que alberga en Puebla a los Lavaderos de Almoloya, del Siglo 19, aunque se remontan al 17; próximos a ser restaurados tras descubrirse daños en su estructura por modificaciones indebidas.

El INAH no define aún si presentará una denuncia por las alteraciones que presenta el sitio, cuyos drenajes se habían convertido en túneles para que fueran transitables, indica Manuel Villarruel, director del Centro INAH del Estado.

UNA MEMORIA VIVA

Los lavaderos de Almoloya destacan entre los más grandes de Puebla, pues podían reunir a 96 mujeres al mismo tiempo. Su nombre es un vocablo náhuatl que remite al brote o ojo de agua, porque los lavaderos generalmente se construían cerca o sobre el nacimiento de un riachuelo, que las usuarias aprovechaban para limpiar las prendas, refiere Villarruel.

Acostumbraban a hincarse sobre ellos para alcanzar con sus brazos el agua corriente y tomarla con una jícara para verterla en la ropa.

Eran, detalla Villarruel, construcciones provistas de bóvedas y una serie de columnas dispuestas de modo tal que liberaban un área para destinarse a los lavaderos y permanecieron en funcionamiento, en el caso de los de Almoloya, hasta los años 80 del siglo pasado, incluso persisten en la memoria de los poblanos.

Tras la restauración del inmueble se prevé una visita pública controlada para evitar aglomeraciones que deterioren el espacio y adecuaciones de tipo museográfico que permitan una mejor comprensión y apreciación del sitio, anticipa Villarruel.

El director del Centro INAH Puebla calcula que, una vez listos los dictámenes, estudios, planificaciones y recursos financieros necesarios, en dos o tres meses podrían culminar los trabajos de restauración y abrirse al público.

PRIVATIZACIÓN, DAÑÓ

El Gobierno de Puebla recuperó recientemente estos lavaderos, un monumento histórico que usufructuaban hoteleros y empresarios privados, quienes restringían el acceso de público.

En mayo pasado se reabrieron, pero cerraron nuevamente al detectarse daños estructurales, informó el Mandatario estatal, Miguel Barbosa, y anunció que dispone ya del proyecto ejecutivo para la restauración del inmueble y próximamente comenzarán las obras aprobadas por el INAH, con recursos aportados por la entidad.

Villarruel precisa por su parte que estos daños consisten en grietas, desprendimientos y oquedades en muros, columnas de mampostería y bóvedas.

Estos problemas propician ingresos de humedad a través de las bóvedas, cuya estabilidad se afecta además por la sobrecarga de objetos metálicos colocados en ellas.

Menciona también, en general, pérdida de aplanados, desgaste en pintura, así como afectaciones en pisos.

En la parte inferior, los dos canales subterráneos que suministraban agua a los antiguos lavaderos presentan deterioros naturales, por ejemplo, el hundimiento del terreno o el crecimiento de raíces, pero también atribuibles a la acción humana, que rompió muros y produjo alteraciones, entre ellas la excavación de drenajes para hacerlos transitables, a modo de túneles, lo cual puede tener repercusiones estructurales y son susceptibles de inundarse.

Por lo pronto, informó Villarruel, se efectuaron apuntalamientos emergentes en algunas zonas del canal subterráneo para evitar desprendimientos o colapsos.

FALSEAN LA HISTORIA

Las historias de túneles, misterios y pasadizos secretos que se difundían en el sitio que ocupan los Lavaderos de Almoloya son falsas, asegura Peña.

«Son atractivas para la gente, aunque no tengan sustento histórico; eso sucede en Puebla, en México, en Europa, en cualquier parte del mundo».

Se trata de mitos que, a pesar de las evidencias, se transmiten una y otra vez, añade el historiador.

«Cuando uno le dice a la gente que es un túnel inventado y en realidad es un desagüe, hay quienes se resiste a aceptarlo. Es difícil erradicar ciertas historias y el morbo. Pero la labor que tiene el INAH como institución científica, como institución de investigación, es abonar al conocimiento científico de nuestra historia, resaltando no solo la veracidad, sino la relevancia social, el factor humano a lo largo de los siglos», destaca Peña.

«Es mucho más atractiva la historia de Puebla sobre la superficie, con sus monumentos y templos», concluye Villarruel.

Reforma
Yanireth Israde
Ciudad de México
Viernes 15 de julio de 2022.

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