Guadalupe Grajales
Nuestra alma mater reducida a emitir micro credenciales. Adiós a la forma de vida universitaria
En el curso del informe presentado ante el Consejo Universitario el pasado martes 4 de octubre la doctora Cedillo mencionó el Ecosistema-BUAP.
Como sólo se mencionó y no se aclaró nada al respecto, busqué en el denominado Plan de Desarrollo Institucional lo relativo a este concepto y lo encontré en el Eje 3, llamado Educación Desarrolladora para la Transformación. Aquí se habla de un “Ecosistema Desarrollador, donde el estudiante pueda dialogar con los entornos de empleabilidad o continuación de estudios, que les (sic) permita convertir en valor a(sic) fases tempranas, su decisión de vida de cursar estudios universitarios” (p.49).
Como podrán ver, la redacción es criminal, pero con un poco de buena voluntad podríamos darle algún sentido a lo que intentan decir: que en un Ecosistema Desarrollador el estudiante puede decidir entre trabajar o estudiar y puede sacar provecho de su decisión de estudiar, desde que entra al nivel superior.
En la siguiente página se manifiesta el Objetivo General del Proyecto Detonador: “Promover la certificación de saberes profesionales logrados desde los primeros semestres de estudios, resultado del rediseño curricular, flexible basado en las principales oportunidades laborales y en la incorporación de un enfoque modular”. El énfasis en negritas es mío porque aquí empiezan los problemas.
¿Por qué? Porque para lograr este gran objetivo general, que se reduce a la emisión de micro credenciales y micro certificados por cada avance de estudios del estudiante, se tiene que cambiar la “actual estructura universitaria, en la que prevalece la duplicidad de esfuerzos entre programas y dependencias, lo cual debilita la acción coordinada en el seguimiento a trayectorias escolares y a la atención al estudiante.” En otras palabras, si el problema consiste en los altos índices de deserción y una eficiencia terminal en franco declive, esto se debe a la organización académica de la universidad en escuelas, facultades e institutos. Por culpa de esta estructura no se da ni la interdisciplinariedad ni la multidisciplinariedad ni la transdisciplinariedad.
No se aclara nada respecto a estos tres conceptos, como si fuera obvio para todos qué se espera de una enseñanza basada en este juego de las disciplinas. O por qué es deseable una enseñanza de este tipo. Sin embargo, se concluye que este gran objetivo, el emitir micro credenciales, sólo se obtendrá rediseñando los planes de estudios con un enfoque modular.
Tampoco se aclara en qué consiste este enfoque modular y en qué se distingue del diseño actual de los planes de estudios organizados en áreas y ciclos. Pero eso sí, si alguien va a ocuparse de la revisión de los planes de estudios, esas son las Comisiones de Diseño, Evaluación y Seguimiento Curricular. No se requiere de las academias de docentes, del dominio que cada docente tiene de su disciplina y de las formas de enseñarla. En realidad, los docentes son perfectamente desechables.
¿Por qué? Porque con un Programa de “Detección de talentos para la docencia y funciones de apoyo académico” (p.53) ya no se van a requerir. Este es un lado de la pinza, el otro es justamente “Desarrollar ecosistemas de aprendizaje abierto y espacios de desarrollo para atender el cambio de centralidad del aula como espacio de aprendizaje.” (p.55) Este es el gran objetivo, dejar atrás la educación presencial, la educación que forja a las y a los jóvenes en convivencia con sus compañeras, compañeros, maestras y maestros.
No sabemos por qué el traslado del término biológico ‘ecosistema’ al ámbito educativo, pero entendemos perfectamente que este ecosistema está prefigurado para deshacerse del profesorado. No necesitan profesoras ni profesores con libertad de cátedra y de investigación para instalar como preponderante la enseñanza virtual, la no presencial, la enseñanza a distancia que, según ellos, sólo necesita de la tecnología necesaria para que el estudiante sea informado.
El objetivo es muy claro: “Desarrollar un modelo de plataformas educativas de aprendizaje para la realización de actividades formativas institucionales”. Ahora sí va en serio lo de los facilitadores. A tal grado se desprecia al docente, su tarea creadora como forjador de conciencias, que lo único que le requieren es que tenga la “habilidad” de subir su programa y las actividades, incluidas las de evaluación, para que la máquina solita “eduque” al estudiante.
Claro, para desechar a la enorme mayoría de los docentes requieren de un “programa institucional de desarrollo de equipos docentes colegiados de alto desempeño”. Aquí está la zanahoria o, más bien, la manzana de la discordia, o quizá mejor, el espejismo de la lotería académica, ¿quiénes serán los elegidos de los dioses para expulsar a sus colegas en virtud del “incuestionable liderazgo académico” de estos cancerberos?
Hace mucho tiempo que la burocracia tiene al magisterio de rodillas, dejando caer hábilmente las migajas para pulverizar al gremio que debiera ser solidario y luchar por obtener beneficios colectivos.
¿No les parece a ustedes de la mayor importancia rescatar del control y la imposición, ahora ejercidos a través de la “modernidad tecnológica”, a nuestros estudiantes, a nuestros docentes, a nuestros trabajadores administrativos, y preservar la función eminentemente social de la universidad pública?
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Guadalupe Grajales*
Ciudad de Puebla, México
Martes 11 de octubre de 2022.
* Licenciada en Filosofía por la UAP con Maestría en Filosofía (UNAM) y Maestría en Ciencias del Lenguaje (UAP). Candidata a doctora en Filosofía (UNAM). Ha sido coordinadora del Colegio de Filosofía y el posgrado en Ciencias del Lenguaje (BUAP), donde se desempeña como docente. Es la primera mujer en asumir la Secretaría General de la BUAP.
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