Arturo Herrera después de una entrevista en Palacio Nacional, el 1 de julio. GLADYS SERRANO
El secretario de Hacienda, propuesto para asumir las riendas del Banco de México, hace balance de su gestión y defiende que el banco central tenga un mandato único de control de la inflación
México ha sufrido el mayor desplome de la economía en casi un siglo, más de un 8%, por el impacto de la pandemia. El responsable de mantener a flote el barco y diseñar un plan que evitara estragos irreversibles ha sido Arturo Herrera (54 años, Actopan, Hidalgo). Después de un mandato centrado esencialmente en parar los golpes de la covid-19, el secretario de Hacienda dejará el cargo en los próximos días. El presidente, Andrés Manuel López Obrador, le propuso hace un mes para asumir las riendas del Banco de México y, una vez que el Senado ratifique el nombramiento, a partir de enero de 2022 será el nuevo gobernador del organismo regulador. Herrera recibió a EL PAÍS en el Palacio Nacional el pasado jueves, coincidiendo con el tercer aniversario de la victoria de Morena. En su balance, defiende que fue un acierto no aumentar la deuda para enfrentar la emergencia sanitaria, dibuja el horizonte de la recuperación y se muestra convencido de que el banco central debe tener un mandato único, es decir, centrarse esencialmente en el control de la inflación.
Pregunta. Usted tuvo que enfrentar la caída económica más grande desde la Gran Depresión. ¿Cuál es su balance a un año de la crisis? ¿De qué se siente orgulloso y cuáles son sus frustraciones?
Respuesta. Entré a la Secretaría de Hacienda hace casi exactamente dos años, en julio, y cinco meses después se dio el primer caso de covid en el mundo. La mayor parte de mi gestión se ha dado en condiciones de covid y, por lo tanto, lo que define mi gestión ha sido el cómo hemos enfrentamos la crisis de covid. En retrospectiva, nos salieron bien las cosas en gran medida. Los primeros casos que se dan fuera de Asia fueron en Europa, en países desarrollados que ya tenían tasas de interés muy bajas. Estos países se endeudaron y podían hacerlo porque en algunos casos pagaban cero o tasas de interés negativas. En un primer momento, se reconoció que había algunos países, los más pobres del mundo, que no iban a poder hacerlo, y por eso se estableció esta iniciativa de suspensión de la deuda. Entonces, había como dos sopas: la de los países desarrollados y la de los países más pobres. Pero no se diseñó algo para los del medio, que representan el 75% de la población mundial y el 35% del Producto Interno Bruto (PIB) del planeta. Ahí estamos nosotros, que no tenemos tasas de interés negativas. De hecho, tuvimos ya un incremento en la tasa de interés. Entonces, si hubiéramos tenido un programa tan agresivo como los de las economías avanzadas hoy tendríamos que estar pagando alrededor de 350.000 millones de pesos adicionales en tasas de interés. Eso supone más que todo lo que cuesta la educación pública superior y media superior. Es decir, la preparatoria y las universidades públicas. Por estas condiciones fuimos prudentes. Además, reconocimos muy pronto que debíamos apostarle de manera audaz a las vacunas y que el enfoque era el del manejo de riesgo de finanzas.
P. ¿Qué impacto tuvo eso en la economía?
R. Lo estamos viendo ya. En la economía y en el manejo de deuda, hay una forma muy clara de hacerlo. Hay que diversificar el riesgo. Eso quiere decir que teníamos que comprar más vacunas de las que necesitábamos y de muchas farmacéuticas, por si alguna fallaba. En los hechos resultó ser una estrategia muy buena: tenemos más vacunas de las que necesitamos, es decir, 142 millones, pero no todas llegaron cuando nos habían prometido y de las dos vacunas que se envasaron en México, una empezó en marzo y otra prácticamente en mayo. Pero con las otras que sí llegaron a tiempo compensamos. Eso ha permitido que hoy México sea uno de los países más abiertos. No tenemos los niveles de restricción de Europa y nos está yendo mejor que en Sudamérica, en donde puede ser que el invierno esté jugando un rol. El reto que el país va a tener en las próximas semanas es cómo vacunar lo suficientemente rápido y esa es la mejor salida para la economía. Eso nos va a permitir cerrar la primera parte de la recuperación. Es decir, cómo regresamos a donde estábamos en 2019. Hoy tenemos una recuperación asimétrica con sectores que van muy bien, el exportador, la industria, la economía digital, y sectores que se recuperan más lentamente, que son los ligados a actividades intensas en contacto hotelería, restaurantes, transporte. Y después de eso vendrá el despegue post covid.
P. El presidente ha expresado su interés en que el Banco de México tenga un mandato dual: estar a cargo de la inflación y del crecimiento económico. ¿Cuál es su visión para el banco central?
R. Estoy convencido de que un banco central como el mexicano debe tener un mandato único. En América Latina, en los años ochenta, en muchos países vimos inflaciones del 50% y hasta de tres dígitos. Parte de lo que se empezó a discutir en la academia era por qué pasaba eso. ¿Por qué acá había una especie de sesgo o resistencia de la inflación? Y una de las razones que se encontró es que el doble objetivo era contradictorio. Si se quiere que la economía crezca, se puede dar una serie de estímulos que a lo mejor crean cuellos de botella que se traducen en inflación. Entonces, tienes dos objetivos que se mueven en sentido contrario. En países como el nuestro, esto todavía es muy importante. Entonces, en los próximos años, si no es que décadas, vamos a tener que ser muy cuidadosos. Uno de los elementos más importantes para alcanzar una economía que crezca con equidad es tener inflación baja. Cuando la inflación supera el 10%, los inversionistas empiezan a dudar y quienes más sufren son los que menos poseen, los que no tienen inversiones en otras monedas o activos más allá de su salario. Algo que no se ha entendido suficientemente bien es que lograr una inflación estable también ayuda de manera indirecta al crecimiento.
P. ¿Cuál es su perspectiva sobre la relación del Gobierno con inversionistas y empresarios?
R. Como parte de mis responsabilidades mantuve el diálogo con los inversionistas del sector financiero y en este sector difícilmente [la relación] podría ser mejor. Los inversionistas hablan, pero en donde ponen sus chequeras es en donde uno ve si están convencidos. Las colocaciones que hemos tenido de bonos en el último año han sido sobre-demandadas por cuatro, hasta seis veces. Solamente estuvimos preocupados en marzo y abril, en el periodo de mayor incertidumbre por la pandemia, pero incluso ahí sí hicimos una colocación en dólares y fue muy bien recibida por los inversionistas. Es muy importante disponer de un entorno macroeconómico estable y una política de deuda clara que sea sostenible en el tiempo. El hecho de que nosotros nos hayamos endeudado muchísimo menos que otras economías es algo que nos fue reconocido por las calificadoras e inversionistas.
Con el sector real, es decir, el empresarial, ha sido un poco distinto. Contribuí a detonar inversiones muy específicas en proyectos de caminos, carreteras, aduanas y energía. Yo creo que parte de los problemas que hubo han sido de traducción [de los mensajes de López Obrador]. El presidente estaba muy preocupado por algunos contratos donde había habido temas de corrupción muy obvios, algunos en petróleo, Eso generó en algunos otros sectores preocupaciones sobre una revisión sistemática de contratos. Y parte de mi función fue tratar de traducir lo que estábamos diciendo. Pero también ahí el comportamiento fue asimétrico. El inversionista extranjero se siente más tranquilo al saber que hay un entorno donde es muchísimo más difícil obtener una licitación a través de un contrato. La inversión extranjera directa ha crecido. Claramente, es algo en lo que se va a tener que seguir trabajando. Habría que preguntarle al presidente si la decisión de nombrarme a mí como gobernador del Banco de México tiene que ver con eso, con dar tranquilidad a los mercados de que se está nombrando a alguien que es percibido como técnicamente solvente, que entiende de finanzas, de economía, que piensa de manera independiente y que entiende el rol de la autonomía del banco central.
P. El presidente también ha dicho que quiere darle al banco central una “dimensión social”. ¿Cómo va a garantizar esa independencia de su trabajo como técnico? Y ¿cuáles serán los mayores desafíos del cargo?
R. El Banco Central tiene un objetivo prioritario: la estabilidad de precios. Pero tiene roles tan importantes como el manejo del sistema de pagos y el desarrollo sano y armónico del sistema financiero. Y uno de los problemas más importantes que hay es la inclusión financiera. Solamente el 37% de los mexicanos tienen una cuenta bancaria. Hay un gran número de operaciones que se hacen a través de dinero en efectivo, lo cual es una forma ineficiente, un tanto arcaica. Hay un porcentaje muy bajo de mexicanos que tienen cuentas para el retiro o seguros en una ciudad con los riesgos de sismicidad como tiene la Ciudad de México.
P. Usted ha sido uno de los más altos cargos en el Gobierno que insistió en una reforma fiscal. ¿Qué tan viable es? ¿Existen las condiciones para un acuerdo amplio?
R. Existen las condiciones para llegar a distintos tipos de acuerdo y alguno de ellos podría ser materia fiscal. Tenía una gran preocupación de qué podía pasar después de las elecciones, porque era las más competitivas en mucho tiempo. Creo que no quedaron cicatrices entre los partidos. Por otro lado, algo que quisiera destacar es que nuestras últimas cifras confirman nuestra intuición de que es que no todo tiene que ver con nuevos impuestos o nuevas tasas. La recaudación total se hace a través de dos instrumentos: la política tributaria, es decir, qué impuestos se cobran, y la administración tributaria. Hay mucho que se puede hacer todavía para corregir, pero ya no me corresponde opinar.
P. Los precios del crudo se han recuperado, ¿esto afectará a la reforma fiscal?
R. No. El crudo ha sido extraordinariamente generoso con México, pero muy caprichoso. Ayer se levantó a 70 dólares por barril, pero el año pasado cayó tanto que hubo brokers que literalmente tenían que pagar para que se llevaran el petróleo. Las finanzas de un país no pueden depender de un activo que está por encima de lo pronosticado, pero se puede ir a niveles bajos de nuevo mañana. La parte gruesa de las finanzas públicas tiene que financiarse con impuestos que son confiables, constantes y pensar en los ingresos del petróleo como un adicional.
P. ¿Cuán optimista es con el futuro de la economía mexicana y qué le preocupa?
R. Soy razonablemente optimista, sobre todo porque el principal problema económico viene de un problema de salud que en México parece mucho más contenido que en otros países. Ahora, no es un asunto que podamos resolver nosotros. Los virus mutan en la medida en que se pueden replicar y probablemente habrá mutaciones en países en donde la vacunación va más lenta y esas variantes eventualmente nos van a llegar a todos. Ese es un riesgo latente. Pocas veces ha quedado tan claro cómo la inequidad que hay en el mundo se convierte en un riesgo para todos, no nada más para los más pobres. Para México, en materia económica, claramente el Tratado de Libre Comercio ofrece condiciones excepcionales. A todos se nos olvida cómo era el mundo antes de la covid, a pesar de que es algo reciente, cuando el mundo estaba dominado por el conflicto comercial entre EE UU y China, y eso auguraba que iba a haber una relocalización de los eslabones de las cadenas de valor global y que algunas de ellas se iban a ir a países como México.
P. Y también tan interdependientes.
R. Así es. El otro es la estabilidad macroeconómica. El tercer eslabón es un sector financiero que, a diferencia de casi todas las crisis previas, salió fortalecido en lugar de salir afectado. En el largo plazo hay dos o tres retos que son muy relevantes, alguno que si soy aprobado me tocará es el tema de inclusión financiera es al mismo tiempo un gran problema y una gran oportunidad. Si no logramos incorporar a más mexicanos, empresas, personas físicas, pues el país va a estar limitado en su crecimiento. Por el otro lado, genera una oportunidad enorme. Y el que ya no me va a tocar de manera muy directa es un problema de inequidad de género brutal en la economía del país, donde menos de la mitad de las mujeres en edad de trabajar lo está haciendo. Al mismo tiempo está siendo una pérdida brutal para la capacidad productiva del país. Ese probablemente es uno de los grandes eslabones perdidos y si lo abordamos con seriedad el potencial económico del país se va a ir a las nubes.
El País
Isabella Cota
Francesco Manetto
Ciudad de México
Domingo 4 de julio de 2021.
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