Diana Murrieta*
El 20 de febrero del año pasado tres mujeres que denunciaron a Andrés Roemer me buscaron a través de una red social. Confieso que no conocía a Andrés ni tampoco a ninguna de las mujeres que me estaban buscando, pero empaticé con su causa y reclamo de justicia desde el primer momento.
Cada llamada de los primeros meses fue una catarsis. Reconocer en la historia de cada mujer la historia propia, conocer un modus operandi a través de ellas, escuchar el miedo que les causaba enfrentar a una figura pública como Andrés Roemer, me interesó. Porque ver el valor que se contagiaron entre sí las víctimas, la búsqueda de justicia como bandera y el agrupamiento entre todas como fortaleza fue impresionante.
Así fue como la lista de víctimas comenzó a crecer. Algunas denunciaban legalmente, otras públicamente, otras solamente querían desahogarse, y ¿quién las culparía? ¿Quién les diría que denunciar era lo correcto si decenas de personas sabían, lo consentían e incluso departían públicamente con él en muchos sitios?
Los delitos en materia sexual -como en todas- tienen términos de prescripción. Si bien no es una tabla consultable, si existen parámetros para considerar que la ley señala hasta qué día puedes denunciar. ¿Qué parámetros tomó el legislador para hacerlo? Habrá que cuestionar; porque puedo asegurar que hubieran sido más órdenes y más denuncias, pero la ley señaló lo contrario.
Denunció un grupo de todas las mujeres que conocí y que sufrieron agresiones sexuales por parte Roemer. Sólo 10 se decidieron a actuar y a exhibir lo que durante más de dos décadas hizo, sometiéndose a preguntas incómodas, a horas de espera, a revivir lo que hubiera sido más fácil olvidar; el costo social y moral que conlleva, cuestionamientos, opiniones y servidores públicos sin perspectiva de género.
Ha sido un proceso complicado y revictimizante en todos los sentidos que puedo enumerar. Ellas han tenido que exponer su integridad por su verdad. Desde filtraciones de números y carpetas judiciales hasta «periodistas» que ven en este caso un lucro económico.
Hace un año de que la primera mujer habló sobre Andrés Roemer. Varias personas me han dicho que la justicia ya llegó, que ya no vive tranquilo y se entrecomilló su tan «respetado nombre». Pero la justicia es relativa. Para algunas mujeres ya se hizo justicia pero, para otras, la justicia sigue sin presentarse. Sin embargo, estoy convencida de que haberlo denunciado fue un primer y gran paso en este caso.
Este paso no hubiera sido posible sin el apoyo y empatía que han mostrado las autoridades capitalinas, en particular la Fiscalía General de la Ciudad de México, que, de manera expedita y con un gran compromiso por esclarecer la verdad, agilizó las ordenes de aprehensión en contra de Roemer en un tiempo récord. Esta transparencia ha fortalecido la confianza de muchas otras víctimas más.
Estoy convencida que este caso ayudará a creerle a más mujeres que han sido violentadas por hombres destacados en el mundo profesional e intelectual y quienes siguen escondiendo su verdadera faceta como abusadores sexuales tras su imagen pública y, en muchos casos, con el beneplácito de sus empresas. También ayudará a la sociedad mexicana a dejar de cuestionar las actuaciones de las autoridades de justicia y a reconocer que, cuando existe voluntad, sí es posible perseguir a los presuntos delincuentes.
A un año de conocerlas, de acompañarlas, entenderlas y creer en su historia profundamente, se refrendó el compromiso que asumí desde el primer momento: sé que, haremos lo que legalmente sea necesario para que Andrés Roemer enfrente la justicia mexicana al precio que sea. Se lo debemos a ellas, pero tristemente a muchas más.
*Presidenta de la Organización Nosotras Para Ellas y defensora de las víctimas de Andrés Roemer.
Reforma
Ciudad de México
Diana Murrieta* / Especial
Jueves 17 de febrero de 2022.
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