Opinión

AMLO y Loret, un bombero con encendedor

Jorge Zepeda Paterson

Alguno de los caricaturistas que simpatizan con el presidente mencionó que en ocasiones podía no entender las razones por las cuales Andrés Manuel López Obrador había hecho o dicho algo, pero que pasado el tiempo invariablemente había descubierto que el líder de Morena tenía la razón. No comparto ese sentimiento y más bien me inclino por la convicción de que ningún ser humano es infalible, y desde luego eso incluye a los líderes políticos e incluso morales o espirituales. Pero podría entender que algunas frases provocadoras de parte de López Obrador, que de entrada parecen ocurrencias o exabruptos, tengan en realidad una intención ulterior y respondan a una jugada de tres bandas que adquiere sentido tras varios rebotes. Después de todo, se trata de un animal político con un oficio largo y avezado.

Pero francamente no puedo entender que futuro tendríamos que imaginar para que redunde en un beneficio para el presidente las acusaciones que hizo sobre el periodista Carlos Loret de Mola y la exhibición de sus ingresos obtenidos en 2021 (35 millones de pesos, una cifra que el aludido ha dicho que es falsa). Todas las derivaciones y rebotes que puedo vislumbrar lo perjudican. Lo que el presidente está haciendo con Loret, independientemente de que estemos de acuerdo o no con la labor periodística de este, es inapropiado en términos legales, éticos, políticos y mediáticos.

1.- Comencemos por el jurídico. El periodista no está sujeto a ningún proceso judicial o acusado de un delito que justifique que la autoridad exhiba sus cuentas privadas. El artículo 16 de la Constitución establece que «toda persona tiene derecho a la protección de sus datos personales», y no habiendo supuestos de excepción por razones de seguridad nacional o salud pública, el presidente estaría contraviniendo una disposición constitucional. Violenta también la Ley General de Protección de Datos Personales en sus artículos 6 y 31 que, aterrizando el mandato constitucional, convierten el derecho de protección de datos en norma judicial cuyo desacato persigue por ley. Y más severa aún podría ser la transgresión de la parte monetaria. López Obrador no informó de dónde había sacado el dato de los supuestos ingresos anuales percibidos por Loret, pero presumiblemente podrían remitir a cuentas fiscales o bancarias. La divulgación de cualquiera de ellas sería también un delito, de acuerdo al Código Fiscal de la Federación y a la Ley de Instituciones de Crédito, respectivamente.

2.- El ángulo moral y ético es igualmente indeseable. Como es sabido, el disgusto presidencial remite a la divulgación que Loret de Mola ha hecho sobre la lujosa residencia que ocupó en Houston José Ramón López, hijo de AMLO, y propiedad de un ejecutivo de Baker Hughes, durante el tiempo que esta empresa recibió contratos de Pemex. Todo ello habría ocasionado, en palabras del periodista, un presunto conflicto de intereses con las implicaciones de corrupción que saltan a la vista. Indignado, López Obrador rechazó tal información, acusándola de calumniosa; pero en realidad la respuesta oficial ha sido parca en información y abundante en descalificaciones. La reacción presidencial se ha cebado sobre el mensajero, dejando de lado la aclaración sobre el contenido del mensaje. No hay necesidad de responder a la acusación si el acusador es despojado de toda credibilidad. El problema es que, más allá de lo que cada cual piense sobre la reputación del informador, la información sobre el hijo queda en el aire. Y el hecho de que el presidente actúe ahora con tal severidad y desmesura, llevan a pensar que la molestia procede no de que haya existido algo en Houston o no haya existido, sino que se haya dado a conocer.

3.- Tampoco hay manera de que las derivadas políticas de esta andanada en contra del periodista beneficien al presidente. Interrogado al respecto en entrevista banquetera, respondió escuetamente este viernes: «es bueno el diálogo, el debate, eso es democracia». Una definición bastante cuestionable sobre lo que ha sido esencialmente un intercambio de insultos. Ni es diálogo ni mucho menos algo democrático. El poder desproporcionado del soberano frente a un particular así sea periodista, los espacios públicos y el tiempo oficial, que no son de su propiedad, utilizados para atacar a alguien que divulga información sobre un posible conflicto de interés de un familiar, son comportamientos propios de un líder autoritario, no de un jefe de estado democrático. Y así será interpretado dentro y fuera del país. Es cierto que no hay persecución física o represión política explícita, pero exhibir los supuestos ingresos de Loret y quejarse de que gana más que él, como si eso constituyese un delito o lo descalificara moralmente, termina resultando patético en boca de un presidente, si no fuera además peligroso para quien es exhibido sin que exista un delito de por medio. Y, por lo demás, si en verdad fuera un diálogo y un intercambio propio de la democracia, ¿por qué entonces se ha molestado con el periodista al grado de arriesgarse a violentar la ley?

4.- El daño mediático. Dice un viejo refrán político que el tamaño de un protagonista social lo da el tamaño de su enemigo. Durante meses López Obrador ha hablado reiteradamente de Loret de Mola desde la tribuna presidencial; en las últimas dos semanas lo ha hecho todos los días. Al subirse ambos al ring de los dimes y diretes han sucedido dos cosas: el presidente se ha disminuido y un periodista se ha convertido en un personaje decisivo de la vida nacional. Pero en cierta forma es AMLO el que ha creado a su adversario. Lo mismo podría decirse del tema de José Ramón, el hijo. Los círculos obradoristas y comunicación social de la presidencia habrían deseado que el tema ya hubiese quedado atrás. Pero ha resultado imposible frente a la incapacidad del presidente de abstenerse de abordarlo. Las acusaciones sobre los periodistas y medios de comunicación que lo divulgan generan respuestas que a su vez reinician el ciclo. Y este último capítulo con los supuestos ingresos de Loret, algo que bordea lo ilegal, no hacen sino multiplicarlo.

Si el presidente quería una estrategia de contención ciertamente ha estado caminando en la dirección equivocada. El fósforo y la gasolina nunca han sido el mejor recurso para evitar la propagación de un fuego. ¿Un cálculo político equivocado? ¿le ha ganado la víscera? ¿Hay algo que esté pasando con el presidente? ¿O dentro de un año alguien podrá sostener que tenía la razón?

@jorgezepedap

El Siglo de Torreón
Jorge Zepeda Paterson
Ciudad de México
Domingo 13 de febrero de 2022.

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